Rediseñar Indicadores


El hospital invirtió en la implementación de un Tablero de Control de Indicadores con la intención de vigilar el desempeño de las actividades. Después de algunos meses de trabajo, obtuvieron un tablero electrónico que mostraba desde los ingresos, el porcentaje de ocupación de camas, número de análisis clínicos, % de consultas por guardia, promedio de días de permanencia de los pacientes hasta un índice de satisfacción por cliente.  Sin embargo, el tablero solo mostraba lo que había ocurrido y sin duda ofrecía la suficiente información como para hacer las correcciones pertinentes esperando que el indicador mejorara para el siguiente mes. Transcurridos algunos meses, el Tablero de Control dejó de ser una novedad. Tanto los directivos como el personal se acostumbraron a las variaciones, e incluso lograban justificar algún descenso en el rendimiento de algunos indicadores, por ejemplo el número de pacientes ingresados por urgencias aumentaba en época de vacaciones (en especial niños) y había otro repunte a finales de año. Cuando llego el momento de la renovación de la licencia del Software utilizado para generar el tablero, los directivos comenzaron a cuestionar su utilidad.

 Aunque los indicadores muestran el estado de una organización, la realidad es que, en muchos casos, solo muestran una fotografía de lo que ya ocurrió. Por otro lado, en algunas empresas el tablero de control muestra indicadores de carácter interno o están diseñados para mostrar resultados solo de utilidad para los accionistas.  Desde luego, mientras los indicadores contables o financieros sean favorables se puede afirmar que la empresa está funcionando correctamente.

Sin embargo, las organizaciones pueden tener poca idea sobre cómo mejorar a pesar de los indicadores, por ejemplo, el medir el % de utilidad ($) en el periodo es una señal de buena o mala gestión, pero no permite visualizar si las políticas seguirán siendo efectivas en un escenario favorable o qué tanto se puede mejorar la utilidad; tampoco sirven de guía sobre las acciones a tomar cuando los resultados son bajos.

De igual forma, las empresas utilizan indicadores que provienen de variables que no pueden controlar. Por ejemplo, en el caso del hospital, el % de ocupación de camas puede traducirse en un indicador de rentabilidad. Aunque en realidad corresponda a una variable ajena a la buena o mala gestión del hospital, al menos que se implemente alguna práctica que aumente el número de pacientes que requieren hospitalización.

Es tentador para muchas organizaciones el emprender iniciativas para implementar indicadores así como herramientas que facilitan su integración y lectura a través de tableros de control y notificaciones en tiempo real. Para esto, suelen dedicar algunos meses ya sea para definir sus tableros de control así como para descubrir qué otras mediciones pueden hacer, tal vez, bajo la premisa de que mientras más datos mejor es el control. No obstante, este esfuerzo pierde impacto tras algunos periodos de medición.

 Desde luego, no se trata de desvirtuar este esfuerzo, es más, se considera valioso que la organización cuente con tableros de control sobre todo, si se toma la premisa de que solo se controla lo que se puede medir. Sin embargo habrá un momento en el que sea necesario rediseñar o modificar los indicadores, para lo cual se recomienda considerar lo siguiente:
  
1.       Establecer indicadores integrados con variables sobre las que se pueda influir.

2.       Establecer indicadores que tengan relación con los objetivos de la empresa

3.       Seleccionar indicadores cuyos resultados impacten a los clientes.

4.       Revisar si existe una correlación entre las mediciones actuales con respecto a los resultados buscados.

5.       Siempre debe existir un plan de acción y mejora en función de los resultados de las mediciones.

6.       Compartir con los colaboradores por qué fueron establecidos determinados indicadores.

7.       Revisar si las salidas de los procesos proporcionan información suficiente para realizar nuevas mediciones.

8.       Determinar si los procesos tienen la capacidad para ser mejorados.
 
 

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